Así como los cronistas de la época de la conquista de América y los de la colonia después, dejaron valiosos testimonios para el mejor conocimiento de esa etapa histórica del Río de la Plata, también los viajeros de siglos posteriores llegados a estas regiones a través de sus descubrimientos y percepciones asentados en memorias, libros o informes, enriquecieron sin proponérselo al acervo documental de nuestra geografía.
Uno de ellos sería Aimé Jacques Alexandre Goupland, aunque su padre cambiaría el nombre por Bonpland, teniendo en cuenta su profunda afición a la botánica.
Nos dice Manuel Mujica Làinez en “Misteriosa Buenos Aires”:
”Acostumbraba a andar haciendo molinetes con el paraguas impostergable. El ilustre viajero se hallaba en Buenos Aires desde junio de 1832, tras pasar secuestrado en el Paraguay por orden del tirano Francia”.
Nacido en La Rochelle, Francia, estudió medicina en la Universidad de París, y desde muy joven su profunda inclinación por las ciencias naturales le llevaría a trabar amistad en esos claustros con el botánico alemán Alejandro Humbolt, a quien acompañaría en su viaje por las regiones ecuatoriales de América entre los años 1799 y 1804, asentando en registros las condiciones climáticas de esas latitudes, transición entre selva y desierto: fauna y flora, paisajes, etc. Observaciones que condensaron en la obra “Viaje a las regiones equinocciales del Nuevo Continente” Bonpland clasificó y describió más seis mil especies vegetales.
Más tarde, conoció a Bernardino Rivadavia en la capital inglesa, y se sintió fascinado por las charlas que el ilustre repúblico le contara sobre la lejana Buenos Aires.
El naturalista decidió, acaso en una resolución irreflexiva, años después instalarse en la misteriosa capital de las Provincias Unidas acompañado por su bella y conflictiva esposa, su hija, dos jardineros y un enorme cargamento de plantas bulbos y semillas desconocidas en el Plata con el objetivo de fundar un jardín botánico, un día de enero de 1817. Proyecto truncado a raíz de los disensos de esos tiempos.
La capital argentina no le resultó atractiva para su tarea específicamente botánica y optó por realizar incansables viajes al interior del país.
En la década de 1820, viajó a Santa Fe y a Entre Ríos donde ofreció sus servicios al caudillo Francisco Ramírez en la técnica de explotación de la yerba mate, recalando después en Corrientes y luego en el Paraguay con el propósito de estudiar las propiedades del curupay y otras hierbas y plantas.
Después volvería a Borja, en la zona de las antiguas Misiones de la Compañìa de Jesús donde casi como un santo, vestido con una camisa flotante y descalzos los pies ejercía la medicina llegando a descubrir las deficientes condiciones sanitarias de las poblaciones indianas. Entretando trabajaba sin descanso juntando plantas, piedras y fósiles.
En ese país, el dictador Rodríguez de Francia, creyendo que Bonpland pretendía despojar a sus tierras de la principal fuente de riqueza económica, con una posible producción en otras regiones, lo hizo encarcelar.
Allí comenzaría la prolongada odisea del sabio francés, pues durante los nueve años de cautiverio por causa de la yerba mate o té del Paraguay, té de los jesuíticas o té de las misiones no desmayó en sus investigaciones descubriendo los compuestos minerales y propiedades estimulantes cardíacas, cerebrales, intestinales y digestivas de la infusión.
“El dictador paraguayo, indiferente a la ola mundial de protestas que levantó su decisión carcelaria, prefirió soterrarlo en apartados pueblos paraguayos” – nos dice Alonso Piñeiro.
De allí ya libre se instalaría en la zona forestal del noreste gozando de los bosques que se forman naturalmente a la vera de los ríos. Intensificó estudios obre tecnología de la madera. Medio en el que crearía su propio edén enmarcando su rancho con un cerco de bromelias y plantaciones de limoneros, mandiocas y yerba mate.
Dejó de existir en Santa Ana, Corrientes, el 11 de mayo de 1858, teniendo su cadáver un final atroz.
El gobernador Pujol, decretó honores a su memoria y dispuso también el embalsamamiento de su cuerpo.
“Terminada la operación de embalsamamiento el cadáver fue colocado en un ángulo de una sala, cuando un paisano acostumbrado a excesivas libaciones, saludando reiteradamente a Bonpland, al no obtener contestación, la emprendió con él a puñaladas destruyendo el cadáver. Razón por lo cual no fue trasladado a la capital.
Sus restos descansan en la ciudad de Paso de los Libres, encontrando la paz que sus contemporáneos le negaron en vida.
Fue un precursor de la ecología al asumir la defensa de las especies y la condena de extracción de esos recursos en forma indiscriminada.
LEYENDA DE LA YERBA MATE: UNA LEYENDA GUARANÍ
(Versión breve del original de Eduardo Galeano)
Cuenta una antigua leyenda guaraní, que la luna se moría de ganas de pisar la tierra. Quería probar las frutas y bañarse en el río.
Un atardecer, gracias a las nubes, pudo bajar. Desde la puesta del sol hasta el alba, las nubes cubrieron el cielo para que nadie advirtiera que la luna faltaba.
Fue una maravilla la noche en la tierra. La luna paseó por la selva del alto
Paraná, conoció misteriosos aromas y sabores, y nadó largamente por el río.
Pero cuando llegó a la ribera se encontró con un jaguar que intentó arrojarse sobre ella con sus afilados dientes. Un labrador la salvó, espantando al jaguar, y llevándose a la luna a su casa para calmar su temor.
Llegaron a su humilde choza, levantada en un claro de la selva, lejos de la aldea. Allí vivía el labrador, con su mujer y su hija. La luna tuvo hambre y la mujer le dio unas tortillas de maíz, único alimento del que disponían.
Calmada y satisfecha, la luna se despidió de la familia y volvió al cielo.
A la noche siguiente, desde el cielo, la luna se asomó a la casa de sus amigos, y descubrió que en aquella choza no quedaba nada que comer. Para ella habían sido las últimas tortillas de maíz.
Entonces, conmovida, iluminó el lugar con la mejor de sus luces y pidió a las nubes que dejasen caer, alrededor de la choza, una llovizna especial.
Al amanecer, en esas tierras habían brotado unos árboles desconocidos, y entre el verde oscuro de las hojas, asomaban unas flores blancas.
Así nació la yerba mate.
Dicen que desde entonces, la hija del labrador pasea por el mundo ofreciéndola a los demás, y es por eso que la yerba mate despierta a los dormidos, corrige a los haraganes y hace hermanas a las gentes que no se conocen.
Bibliografía:
Piñeiro Armando Alonso. Cronología Histórica Argentina. Ediciones Depalma. Buenos Aires.1981.
Bonpland. Pasaje. Topografía:
Corre de E. a O. desde 700 hasta 899 a la altura de San Martín 4600.
Carece de designación oficial.
Recuerda al sabio botánico francés Aimé Bonpland (1773 – 1858).