La historia de Blanes, tal como la relata don José M. Fernández Saldaña, tiene caracteres muy similares a los de todos los pintores de América hasta nuestros días: vocación, trabajo y voluntad, viaje a Europa, triunfo artístico, lucha por la vida, amarguras, olvido, muerte. Pero la de Blanes presenta ciertas facetas, sobre todo el episodio que diera pábulo al escándalo, determinadas por una fuerza que no todos los artistas poseyeron: "su pasión y su sensualismo", los que fueron estímulos para que creara sus obras maestras.
Nacido en Montevideo el 8 de junio de 1830 de humilde familia debió aprender el oficio de tipógrafo, aunque de temprana edad mostraría afición por la pintura y desde su humilde taller de la calle Reconquista se decía: seré el creador de una nueva estirpe.
Su madre Isabel Chilabert, mujer abandonada a su suerte mientras duró el sitio de Montevideo luchó sola con seis hijos, pero muy intuitiva al descubrir que el menor llegaría un día a ser pintor consagrado con la forma de un genio delirante, perdido entre lienzos, atriles, pinturas y armarios.
Este artista se dedicó con preferencia a ilustrar episodios de nuestra historia, sin escuela ni prestigios, con el solo respaldo de su habilidad innata y una lógica ambición logrando en el año 1857, pintar las batallas que el Presidente de la Confederación Argentina don Justo José de Urquiza había vivido. Uno pondría los colores y el otro sus recuerdos.
Urquiza se dio cuenta que al Palacio San José, dotado de modernidades y lujos trasladados desde Europa, le faltaban cuadros que registraran las hazañas bélicas que habían fraguado su destino.
Para ello convocó al muchacho oriental que estaba en esos momentos posicionándose como pintor en la otra banda del río.
Convocado Blanes aceptaría gozoso establecerse en la opulenta vivienda de Urquiza con su mujer, esposa de otro, María, una niña y otro crío en la panza de la doña.
Su instalación en el Palacio San José constituiría un jalón definitorio en su carrera. En efecto en toda su producción de pinturas históricas podía percibirse una dualidad artística, en efecto unas inspiradas por su sentimiento patriótico, como lo atestiguan los combates; otras en cambio los retratos, fueron hechos más para ganarse la vida que para expresarse plásticamente.
Recién en 1861 (contando con 31 años de edad) gracias a su mecenas, el Gral. Urquiza pudo realizar su primer viaje a Europa y en Florencia bajo la dirección del maestro Ciccceri cuadros religiosos, y desnudos acogería su paleta.
Blanes habría de ser desde entonces un académico florentino, aunque ya en su alma palpitaba y su espíritu concebía sentimientos e ideas más afines con la concepción de su mundo vital.
Expresa La Argentina Libre en Buenos Aires, el 10 de julio de 1941: “Si Blanes hubiese podido estudiar en los museos y no en las academias; si hubiese vivido en el París de la Tercera República y no en la Italia de las academias, hubiese sido – sin lugar a dudas un pintor de talla excepcional. En cambio, la obra expuesta nos demuestra un pintor de valor americano, muy sólido sin duda, que tuvo la extraordinaria importancia de luchar y triunfar en la vida sólo como pintor, conquista esta última que no es el menor de los galardones que con justicia ostenta Blanes, y que hoy aún no hanconquistado los pintores de América.”
En 1871 obtuvo un explosivo reconocimiento por su tela "La fiebre amarilla", verdadero documento de la epidemia acaecida por entonces en Buenos Aires.
Posteriormente realizó decenas de bocetos sobre las marchas, campamentos y contiendas hasta que decidiría pintar al Gral. Julio Argentino Roca rodeado por los oficiales de su Estado Mayor en la Campaña al Desierto.
Este cuadro se halla actualmente en el Museo Histórico Nacional de la Capital Federal, grandiosa producción por la que se lo parangonó con Rembrandt y Delacroixe.
"El Juramento de los Treinta y Tres orientales” dejó a todos con la boca abierta hasta que un periodista sintetizaría: “La fiebre amarilla” entristeció, “La muerte de Carrera” conmovió, pero “El Juramento de los Treinta y tres orientales” entusiasma hasta el delirio."
En 1890 queriendo dar un descanso a su fibra creadora partió a Europa en busca de su desaparecido hijo Nicanor, más fueron estériles los esfuerzos por tener noticias de éste, lo que ocasionó un grave deterioro de su salud.
El consagrado pintor uruguayo falleció en Pisa en los primeros meses del primer año del siglo XX, el 6 de abril de 1901.
La Comisión Nacional de Bellas Artes del Uruguay le llamó Hijo de América, por ser hijo de un español y de una argentina, títulos de nacimiento y de descendencia más que suficientes, sumados a su obra ciclópea.