AZARA FÉLIX de (1746-1821)
Explicita José Andrés Carrazoni en “Peripecias de un sabio”: “Dicen, en España, que en las bravas de Aragón el pan se saca de las piedras de Aragón a base de sudor. Esa provincia sería en el año 1746 cuna de dos celebridades: una se destacaría en las artes y la otra en las ciencias, por lo que seguirían caminos muy distintos, pero el destino los juntaría en la madurez de sus vidas: don Francisco de Goya y Lucientes nacía el 30 de marzo, cerca de Zaragoza y el 18 de mayo, en el villorrio de Burbuñales, no lejos de aquél, Félix de Azara alegraba el hogar de sus padres.”
Azara tuvo un hermano, Nicolás, quince años mayor que él. Cuando Félix nació, su hermano se preparaba para ingresar a la Universidad de Salamanca.
Se conocieron recién en 1765 en un breve encuentro en Barcelona.
Los caminos de ambos se bifurcaron y estuvieron 35 años sin verse. Nicolás marchó a cumplir funciones diplomáticas en la Santa Sede, mientras Félix luego de graduarse en Filosofía en la Universidad de Huescan y cumplir los primeros tramos de su carrera de Ingeniero Militar, se embarcó a los 35 años hacia América donde permaneció durante 20 años.
Sus comienzos arrancaron con el Tratado de San Ildefonso que se firmó el 1º de octubre de 1777, entre las autoridades portuguesas y españoles, para eliminar diferencias derivadas del trazado de límites en América.
Se dejó atrapar y llevar por la realidad americana; y junto a otros fue designado con el rango de Capitán de Fragata para integrar las partidas demarcadoras.
No conoció descanso ni aprovechó para el ocio de los largos paréntesis que los trabajos de demarcación se abrían periódicamente a causa de la intensión portuguesa para prolongar la situación de los territorios en disputa.
El año 1780 lo encontró, con 34 años y dieciséis servicios distinguidos en la fuerza militar de San Sebastián, donde fue ascendido a Teniente Coronel a raíz del buen concepto logrado entre sus superiores.
Arribó a Buenos Aires en 1782, muy joven, pero portando un cargo sin igual de conocimientos matemáticos, cartográfico y astronómicos, aunque permaneció poco tiempo porque debió partir hacia Río Grande de San Pedro conminado por las autoridades portuguesas.
El padre jesuita Furlong expresaba más tarde “sabemos que en esta travesía pasó por Morón, Luján, Arrecifes, Baradero, San Pedro, Rosario, Santa Fe, La Bajada, Goya y Corrientes”.
Durante cinco años esperando órdenes lusitanas optó por realizar viajes, a fin de levantar mediciones y sin proponérselo con su capacidad de trabajo y observación se convirtió en el más firme y prolijo estudioso de la fauna americana.
Recorrió el Paraguay superando contratiempos y fatigas, en el objetivo de catalogar los animales autóctonos.
Al hacer descripciones de las diferentes especies, Azara añadía a sus escritos sus propios dibujos.
Simultáneamente confección un mapa de la región del Paraguay y Misiones más otro del curso del río Paraguay junto con una “descripción histórica, política y geográfica”.
De sus mapas entregados en 1793 diría sin falsa modestia: "son los mejores que hasta hoy se hayan visto de provincia alguna americana"
Las poblaciones indígenas que vivían en las inmediaciones de los ríos Paraguay, Pilcomayo y Bermejo siempre se mostraron hostiles con los españoles y Azara, fue un iluminado cuando en 1796 al trasladarse a Buenos Aires, hubo elevado un informe con importante conclusiones como “la necesidad de levantar fuertes para defenderse del ataque de los aborígenes y así avanzando las fronteras se tendrán muchos cueros para el comercio pan y carne para la ciudad de Buenos Aires, como mulas para vender al Perú, al tiempo que se asegurarían las estancias existentes”.
Por otro lado, Azara fue un profundo defensor de la identidad de los indígenas porque por más que pintaran propuestas hispánicas muy cristianas, exponiendo que el trato con los mismos era inaceptable por desconocer el espíritu y la naturaleza física de estos ocupantes prehistóricos de las regiones del Plata.
A su regreso a España, escribió sobre producción ganadera de las estancias y las diferencias entre las del norte y las pampeanas, a tal punto de escribir proféticamente “sería un modo de fomentar los ganados, establecer junta o sociedad que vigilare sobre ellos, instruyendo a la gente que los ganados son su único tesoro y que faltándoles, su país será el más infeliz del mundo”.
Siguiendo esta sugerencia se creó la Sociedad Rural Argentina en 1866.
El Gral. Mitre dijo de él “sólo y sin estímulos, en medio de los desiertos, sin conocer más ciencia que las matemáticas y guiado por su genio observador, creó un nuevo sistema de clasificación zoológica y describió geográficamente el territorio, estudio las razas indígenas, revelando por decirlo así, un mundo desconocido”.
Sería muy difícil que otro nombre provocara al mismo nivel de reconocimiento que Azara.
Hace dos siglos que se erigió más que en un simple referente de demarcador de límites, en un auténtico símbolo de naturalista y escritor sobre la “Descripción e historia del Paraguay y Río de la Plata”.
Bibliografía:
De Azara, F: “Viajes por la América Meridional”. Espasa Calpe, Madrid 1941.
Furlong, G: “Apuntamientos sobre Félix de Azara”, comunicación a la Academia Nacional de la Historia, sesión 922, 19 de octubre de 1971.
Azara. Pasaje. Topografía:
Corre de E. a O. a la altura de San Martín 4700.
Se le impuso ese nombre por O. 21.705 de febrero 1958.
Recuerda a Félix de Azara (1742-1821), quien se destacó por ser naturalista, ingeniero militar y geógrafo español, que descubrió la geografía y la historia natural del Río de la Plata y Paraguay.