El 10 de junio de 1932 se inició la programación de “LT1 Radio del Litoral”, cuyos estudios estaban emplazados en la calle Córdoba 1139, espacio ocupado anteriormente por la antecesora LT3.
LT1 tuvo el privilegio de haber albergado las primeras actuaciones radiales de un joven músico y compositor bonaerense, que había arribado a Rosario desde Tucumán y que en esa emisora comenzaría a hacer conocido con el seudónimo de Atahualpa Yupanqui.
Se llamaba Héctor Roberto Chavero, pero eligió Yupanqui porque en quechua quiere decir “el que cuenta”. Y el que cuenta busca su voz, porque las raíces están adentro, decía.
Nació el 31 de enero de 1908 en Pergamino, siendo hijo de un indio quechua obrero del ferrocarril.
Según sus propias palabras: “Mi padre ferroviario, de los de antes, trabajaba en donde podía, donde lo mandaban de relevante. Mi madre era mujer llena de dulzura, aunque de carácter.
Éramos muy pobres, como se era pobre en aquella época: pobres con libros, pobres con tres o cuatro caballos, con dos vacas lecheras para ordeñar.
Éramos pobres pero jamás vivimos en la miseria. Y teníamos el paisaje adentro, la poesía que nos hacía sentir que el mundo era nuestro”.
A los dieciocho años hizo pie en Buenos Aires y después de debutar políticamente en el irigoyenismo, entró en la militancia comunista.
En 1948 asediado por la censura viajó por primera vez a París donde Edith Piaff le dio la apertura y el cierre de sus espectáculos.
Su voz se acalló allá por 1979 cuando en nuestra Argentina había un slogan que aseguraba que “el silencio es salud”. Callarse la boca se había convertido en una obligada costumbre nacional.
Pero hay silencios y silencios: está el silencio de la opresión y el miedo, y está el silencio que nos conecta con los enigmas eternos.
Atahualpa prefirió el silencio esencial y buscando el sonido que expresara el silencio, obsesionado porque el silencio era parte de su poesía, por los avatares políticos se aisló con su familia en las sierras de Córdoba donde surgieron muchas de sus mejores canciones, como El alazán, Chacarera de las piedras, El indiecito dormido, Baguala de Amaichá, Mi tierra y Te están cambiando.
Según Humberto Herrero en la Revista Postas Argentinas Nº. 428, mayo –junio 1985 expresa: “La guitarra fue introducida en la región del Río de la Plata, a mediados del siglo XVII, cuando sólo tenía cinco cuerdas, y se la llamaba guitarra o vihuela”
Esta última denominación perduró, tal como apreciamos en el “Martín Fierro” de José Hernández, escrito en 1872 y que comienza diciendo “Aquí me pongo a cantar / al compás de la vigüela...”
En el siglo XIX se convirtió este instrumento por excelencia en la compañera de gauchos y payadores.
Los sonidos emitidos por la guitarra produce en muchos, emociones y sentimientos, así lo entendieron muchos hombres eminentes de nuestra historia como Alberdi, Lavalle, José M. Alvear y el mismo San Martín.
Cabe mencionar que dicho instrumento hizo posible que Don Atahualpa Yupanqui pudo alcanzar una gloria infinita de la música de los pueblos originarios.
Su canción más sentida es la siguiente:
“La madera no es madera”
Es una selva incendiada.
Crisol de todos los cantos.
Dolor de todas las ramas.
Para volar en la noche
Usa dos manos por alas.
Vuela la música lejos
Bajo las estrellas altas,
Y siempre nace y renace
Del fondo de la guitarra”
Murió en Nimes (Francia) el 23 de marzo de 1992, más fue enterrado en Cerro Colorado, el último pico de Córdoba antes del desierto santiagueño, donde pasó gran parte de su vida.
Revista “Temas y fotos”. Año 1995.
Herrera Humberto A. en Revista “Postas Argentinas”. Año XLVIII. Mayo-Junio 1985.
Ielpi Rafael. "El esplendor de Atahualpa Yupanqui". Rosario 1998.
Corre de N. a S. entre las calles Los Andes y Castro Barros, desde Sánchez de Bustamante a la Avda. Arijón.
Se encuentra en jurisdicción del barrio Sáenz Peña.
No tiene designación oficial y se le dio ese nombre, en su apertura, cuando se urbanizó el barrio Saladillo.