ARROTEA MANUEL (1793 –1861)

El aspecto de Buenos Aires por los años 1835 a 1840 era parecido al que  viera el último virrey o al que dejara Bernardino Rivadavia.


Las mismas casas, rejas, patios y aljibes en las más opulentas casonas mientras las calles mostraban  huellas profundas, con nubes de polvo fino en tiempo seco y lodazales donde el pobre peatón arriesgaba la vida en los días de lluvia, aunque con el tinte imperante: el rojo punzó por doquier.


Rojo flameante en los vestidos, adornos y en todas partes mientras habíase borrado los simbólicos celeste y blanco.
El punzó y un lema que inquietaban a muchos y vociferaban otros con odios y rencores: ¡Viva la Santa Federación! ¡Mueran los salvajes unitarios!

 


Expresiones  infaltables en citas, banderas, periódicos, papeles oficiales y hasta en las participaciones de casamiento.


Hasta 1832 abundaron las bulliciosas demostraciones populares, mientras hacia 1833,  la casa de don Juan Manuel de Rosas convirtióse en un  comité político, integrado por gente de su confianza con un nivel sociocultural distinto.


Rosas tenía sus "métodos" en el manejo de relaciones humanas y los iba aplicando a cada uno conforme al criterio rural del que siempre hizo gala: perseguía al adversario y apañaba al correligionario, sistema antiguo que en  sus manos sería  algo terrible, perseguir hasta la muerte y apañar a capa y espada.


Manuel de Arrotea, nacido en Montevideo en el año 1793, donde había recibió una esmerada educación, llegó a ganarse la confianza del restaurador.


Desde joven establecido en Buenos Aires, formó parte del Cabildo, teniendo en dicho cuerpo una actuación destacada.


Posteriormente perteneció a varias comisiones públicas, como la de miembro del jury de imprenta en 1833 y miembro de la Sociedad Filantrópica y del Tribunal  de Comercio en 1834.


Como miembro conspicuo del partido federal, diplomático diestro y agudo, resultó electo representante de la Legislatura de Buenos Aires en 1836 y reelecto en los períodos sucesivos hasta 1850, en  cuyas asambleas formó parte de la Comisión de Hacienda de la Cámara, demostrando ser "maestro en el arte de doblar las palabras e iluminar los conceptos".


Manuel de Arrotea, tanto en su juventud como en su madurez, gustaba pasear por la Alameda que comprendía dos cuadras con ombúes y bancos  (en lo que hoy es  Av. Alem de  Capital Federal ) inclinándose con suma caballerosidad a besar la mano de alguna señora, que lucía en el dorso de su guante el retrato obligado del restaurador.


Después de Caseros, un clima de enemistades y enconos perduraban dentro de la sociedad porteña y Arrotea decidió retirarse de la vida pública hasta el final de sus días.


Después de nueve años de ostracismo, falleció en Buenos Aires, el 13 de diciembre de 1861.

 

Bibliografía:
Gálvez, Manuel: “Vida de don Juan Manuel de Rosas”. Fascículos semanales coleccionables.
Editorial Río de la Plata. Bs. As, 1976.
Bilbao, Manuel: “Tradiciones y recuerdos de Bs. As” Ed. Libro del Colegio. Bs. As 1934.

 

Arrotea. Pasaje. Topografía:
Corre de E. a O. desde el 1000 al 1299, a la altura de Av. Alberdi 400 y desde Alberdi  Este hasta el Ex -  Ferrocarril Mitre y Belgrano.
Carece de designación oficial.
Recuerda a don Manuel de Arrotea (1793 – 1861) allegado al entorno socio-político de don Juan Manuel de Rosas.