Si bien no negaba sus defectos, lo ubicó como el primer escritor nacional que ostentó un lenguaje argentino como arma natural, sin que por ello sea considerado¨ como una rareza lingüística o un ejemplar folklórico. A partir de ese lenguaje, lograría plasmar la universalidad de sus personajes”
Expresa Carlos Juan Onetti en el prólogo de “El juguete rabioso” refiriéndose a Roberto Arlt. “Hablo de un escritor que comprendió como nadie la ciudad en que le tocó nacer, más profundamente quizá quienes escribieron música y letra de tangos inmortales. Hablo de un novelista que está mucho mayor aquí a medida que pasan los años y que, incomprensiblemente es casi desconocido en el mundo”
Roberto Godofredo Christophensen Arlt fue un niño humillado y golpeado, víctima de un autoritarismo paterno que tenía sus raíces en el espíritu germano de principios del siglo XX.
Nació en Buenos Aires el 2 de abril de 1900, en un hogar de inmigrantes europeos recién llegados al país, cuyo padre de carácter hosco y hasta perverso llegaba a propinarle graves castigos al niño, convirtiéndolo cuando adulto en un hombre marcado por el desamor y la angustia.
Toda su obra es un fiel reflejo de sus conflictos interiores donde convivían lo fino y lo sucio, el miedo y la ternura, lo irreal y lo común, la pequeñez y la grandeza.
La originalidad de sus escritos consiste en su autodidacta capacidad lingüística casi sin mediaciones culturales, y donde ningún autor argentino contemporáneo tuvo gravitación en su formación literaria.
Arlt no fue hombre ni de Florida ni de Boedo porque como desposeído se movía por espacios que no transitaban los otros escritores.
Se acercó al ambiente literario a través del periodismo, actividad que le proporcionó el sustento hasta su muerte. Así por años fue columnista del desaparecido diario El Mundo y las revistas El Mundo Argentino y El Hogar de Buenos Aires.
En 1926 produjo su primera obra “El Juguete rabioso”, transposición novelada de experiencias de su juventud, anunciada como "Vida puerca", título felizmente sustituido.
En 1929 escribió “Los siete locos” merecedora del tercer premio municipal de literatura; dos años después (1931) aparecía en “Los lanzallamas” y en 1932 “El amor brujo”. Cuatro libros de cuentos que significaron una incomparable suma de lecturas agudas y certeras de la realidad cotidiana y donde destacó en un estudio irónico y socarrón, los prototipos de la ciudad, cuyas angustias no podían resolver ninguna utopía política, ni ningún credo religioso.
Sus “Aguafuertes porteñas”, producción periodística son una visión sintética y desganada de situaciones que hacen a la mitología ciudadana, en las que criticaba con nobleza lo académico y las políticas corruptas - asiente Humberto Lobbosco en su artículo sobre Arlt, en el diario La Capital, 2 de abril de 1995.
Arlt, ácido en sus concepciones de vida, documentó lo absurdo y lo inusitado de las conductas del hombre, afirmando una concepción distorsionada de la sociedad contemporánea y los personajes primarios y febles, se van desdoblando a medida que chocan con ella, o bien se ablandan bajo su influencia.
A tantos años de su muerte, ocurrida el 26 de julio de 1942, cada vez más su obra tomó mayor vigencia en el mundo teatral.
Anécdota de vida del escritor Roberto Arlt:
En una noche del centro de Buenos Aires del año 40, cuando la calle estaba medio desierta, muchos poetas, bohemios y soñadores caminaban escapando de la realidad, algunos aburridos por el cansancio del día mientras otros deambulaban cabizbajos por la falta de trabajo.
Otros trataban de encontrar una voz o un gesto amistoso y de casualidad chocaron dos parejas distintas, dos hombres y dos jóvenes, las que sin proponérselo entablaron una charla que derivaría en una mesa de café.
Eran Roberto Arlt, ya cuarentón con un amigo escritor, más dos chicas vitales que con su sonrisa y su inquietud daban luminosidad a ese tétrico entorno. Una de ellas era Eva Duarte.
No había en las palabras de ellos otra intención más que hablar del estupor que les causaba la vida de esos hombres transitando derrotados por la indiferencia del gobierno de turno, que con su individualismo jamás le importaría cambiar el drama económico – social del hombre que camina y lucha por cambiar su mundo.
Reitero: la charla fue un profundo análisis de la realidad, - y sobre todo las mujeres, que abarajando personajes y situaciones, con palabras contundentes, daban rienda a sus sueños por un futuro mejor.
De esos cuatro parlantes, uno era el escritor era Roberto Arlt que murió tempranamente el 26 de julio de 1942 y Eva Perón que con sus sueños cumplidos, murió el 26 de julio de 1952.