Ríos de tinta han corrido desde que el hombre ha querido dejar constancia de su paso por el mundo.
Desde las escrituras que intentaban reglamentar el pensamiento religioso y metafísico del hombre de la antigüedad hasta hasta la detallada documentación de los descubrimiento y conquistas de las nuevas tierras, han sido escritos con el propósito de preservar los testimonios originales, logrando así preservar un legado importantísimo que abrevarían las generaciones venideras de la Tierra, de un continente, un país o una pequeña región del planeta.
Ese sería el propósito de Francisco Gabino de Arias, hombre del siglo XVIII, que vivió sus años más plenos en el Gran Chaco y esos recuerdos del monte lo acompañaron hasta la muerte en su tierra natal.
Había nacido el 4 de octubre de 1732 en Salta cuando por entonces – Según Borraquín Becú- “La ciudad era fortaleza y mercado, sede gubernativa y centro cultural y núcleo de donde partía la expansión militar, religiosa y económica. Por otra parte, era en la ciudad donde residían quienes presidían la colonización: funcionarios, terratenientes, encomenderos, sacerdotes.”
En el seno de un hogar típicamente castellano y económicamente próspero, hacedor de los destinos de esa tierra, vio la luz, se formó y se instruyó Francisco Gabino de Arias.
Muy joven abrazaría la carrera militar resolviendo en su adultez recorrer el Gran Chaco, a fin de recaudar información sobre las poblaciones indígenas que habitaban esa región.
Asentó que alrededor de 7000 años a. C., algunos pueblos de cultura pámpida y fuéguida ocupaban el desierto verde chaqueño. Sus descendientes - los tobas, los matacos, los mataco – mataguayos, los mocobíes, los abipones, los chiriguano – chanaés – eran los únicos pobladores del bosque tropical e impenetrable cuando llegaron los españoles.
Doscientos años después, comenzarían a interesarse por los misterios del Gran Chaco, más por razones políticas y religiosas que por vocación colonizadora.
El 8 de junio de 1774, en su carácter de Maestre de Campo de Gerónimo Matorras saldría al frente de una expedición con el objetivo de aplicar el Requerimiento (documento redactado en la lengua de los naturales) en el que se exhortaba a los indígenas a convertirse al cristianismo y aceptar la autoridad soberana de los reyes hispánicos, evitando una acción bélica con ellos.
A su muerte, Francisco de Arias desde 1775 a 1776 le sucedió en el gobierno, con carácter provisorio, y sería durante su mandato un profundo conocedor de todo el Chaco y de las parcialidades que lo poblaban.
Figuró como miembro de la Junta Reduccional en 1779 hasta que se lanzaría a una nueva expedición entre selvas, montes y ríos para el establecimiento de nuevas reducciones.
Su acción no fue fácil pero con el paso del tiempo lograría que los indios integrados en las reducciones que fundara, confiaran y se adhirieran después fervorosamente al cristianismo.
Sin proponérselo cumplió con un destino colonizador al fundar las ciudades de Ntra. Señora de los Dolores de la Cangayé y San Bernardo de Vértiz, consignando toda la información recogida en esta última travesía en un diario personal, cuyo original fuera hallado en el Archivo General de la Nación por el R.P. Guillermo Furlong.
Sobre la fecha exacta de su muerte disienten distintos historiadores, mientras Miguel Solá declara que falleció en 1793, otros afirman que aconteció en 1808.
En los acuerdos del Cabildo de Salta del 22 al 26 de setiembre, se menciona la presencia de José Gavino de Arias, aunque se lo menciona con nombres distintos José Gabriel y José G. Arias en los textos transcriptos por Marino Zorrequieta en 1872.
La innegable religiosidad de Arias se traduciría en un mejor conocimiento del indígena, respetando sus ocasionales jefes de la paz, la que sería violada por los blancos que llegaron en los siglos siguientes.
El antropólogo Guillermo Magrasi en el capítulo: “La conquista del Chaco” expone - Un dato esclarecedor de la poca relevancia que tuvieron las naciones chaqueñas en la historia patria es “En 1816, las banderas de la independencia sudamericana (Congreso de Tucumán) proclamaron la libertad en castellano, en quechua, en aymará y en guaraní, pero no en las lenguas chaqueñas” (...)