El hombre argentino prehistóricamente tuvo su génesis en los núcleos aborígenes que poblaban nuestro actual territorio.
Durante la colonia, el conquistador español acudió sin destino a todas las mujeres, aunque ellas sólo concedían su preferencia por el blanco europeo. Esta mezcla de sangre dio como resultado el surgimiento de un peculiar elemento humano: el mestizo.
Roberto Levillier, en su Historia Argentina señala: “Los mestizos tuvieron hasta mediados del siglo XVII, en el Río de la Plata predicamento y actuación, sin mucha diferencia con sus progenitores, pero luego llegaron las discriminaciones odiosas y el cercenamiento de derechos; en efecto en un principio se casaban por la Iglesia en su categoría de señor, aunque no alcanzaban nunca a darles cargo de nota en el Cabildo ni el orgullo de encabezar procesiones con vara de Alcalde.”
Con el transcurso de los años la suerte estuvo echada para aquellos que nacía de la copulación indiscriminada hacía en los ranchos o en su tercer patio con madre suelta y origen múltiple. Los mestizos desamparados hallaron refugio en el campo.
La tierra era su tutora y ese signo de solitario los hacía vagar desde niños como potros baguales. Fueron aquellos hombres de nuestra tierra “los changadores o gauderios” que con el nombre de gauchos se vieron obligados a un régimen de vida muy particular.
Los gauchos también eran grandes payadores, capaces de improvisar recitados junto a su guitarra. De hecho, solían reunirse en las pulperías, donde bailaban, cantaban, tomaban vino y jugaban al truco o a la taba.
El ámbito pampeano Buenos Aires, Santa Fe, La Pampa, sur de San Luis y Córdoba, Entre Ríos y La República Oriental del Uruguay fue el área de expansión del gaucho rioplatense.
Hombre cuyo accionar fue homérico porque debió enfrentar la soledad, la tierra estéril, las alimañas y el indio nómade que irrumpía en su hábitat: el rancho.
Al no poder seguir el ritmo de las transformaciones sociales y jurídicas de las ciudades quedó fuera de las nueva normas legales que podían resolver sus actos o costumbres, las que desde ese momento fueron declaradas prohibidas.
La vaquería, boleada, cacería y expediciones a la par que alejaban al gaucho de los núcleos urbanos, lo aproximaron al indio por el mismo imán del ganado.
Raudales de volúmenes, artículos, obras dramáticas de escritores, como crónicas de viajeros, fueron dedicadas a este personaje, germen de nuestra identidad. Identidad que en los siglos siguientes se convirtió en una suma y amalgama de nativos e inmigrantes.
Si bien al día de hoy se utiliza para denominar a los empleados de las explotaciones agroganaderas, reitero, en sus orígenes los gauchos vivían de forma muy diferentes.
Algunos eran individuos nómadas, generalmente solitarios, que se iban ganando la vida ayudando con el cuidado de los vacunos y ganando a cambio un lugar donde dormir, comida y algo de dinero, mientras otros eran establecidos en su rancho pero si, jinetes muy hábiles que se dedicaban a los trabajos rurales.
Expresa la historiadora Guadalupe Palacio de Gómez: “La etimología de la palabra Gaucho tiene raíces muy diversas, aunque la mayoría de los estudiosos coinciden en que posiblemente derive del término quechua “huachu” que significa huérfano o vagabundo.
No obstante, en Brasil se cree mayormente que tiene su origen en el término “gauderio”, que era la forma en la que denominaban a los vagabundos que vivían en las inmensas extensiones de campo de Río Grande del Sur. Y, quizás, el término sea una fusión de ambos conceptos, junto a otros términos relacionados con la vida de estos particulares personajes latinoamericanos.
Esta forma de denominar a los trabajadores rurales, no obstante, se extendió mayormente en los siglos XVIII y XIX, sobre todo gracias a la literatura, donde comenzaron a aparecer estos personajes protagonizando todo tipo de historias. Época en la que surgió también la literatura gauchesca, que tenía como elemento principal la vanagloria de este tipo de vida y de estos hombres.
Los complementos fundamentales de la vestimenta de los gauchos eran: botas de potro, chiripá, boina o vincha, boleadoras, lazo, guitarra y el infaltable mate.
El auge de la modernidad: el apoderamiento de las tierras en manos de los grandes terratenientes y, sobre todo, la invención de los alambrados para delimitar los territorios y ordenar el ganado en un mismo lugar, llevaron a la desaparición del gaucho propiamente dicho.
Y, a partir del siglo XX, fueron denominados de este mundo aquellos hombres que defendieran los valores de los antiguos gauchos pero que carecieran de su libertad; que eran contratados en un campo, en el cual transcurrían gran parte (sino toda) su vida. El nomadismo quedó atrás y con él, la verdadera identidad del gaucho: ser libre.
Hoy en día se le llama gaucho a aquel que viste con la indumentaria de los antiguos nómadas; vestimenta que se considera tradicional y está muy arraigada en el nacionalismo de países como Argentina y Uruguay.
Bibliografía:
La expuesta en el texto.
Cortázar, Augusto: “Formación histórica del folklore argentino del siglo XVI al XVIII.” Historia de Levillier. Tomo I.
Hernández José: “Indios y gauchos...” Martín Fierro y su crítica: aportes para una bibliografía y en Bibliografía del folklore. Art. de la revista editada por el Fondo Nac. de las Artes 1960, 65, 66.
Argentino. Boulevard. Topografía:
Corre de E. a O. desde el 7500 al 8800, desde Alvarez Condarco a la Av. de Circunvalación.
Se le impuso ese nombre por D. N° 2803 del año 1962.
Recuerda al hombre que primitivamente habitó el territorio argentino.