ARENALES ÁLVAREZ JUAN de (1770-1831)

Según indica su acta de matrimonio con Serafina González de Hoyos, registrado en la ciudad de Salta el 9 de septiembre de 1795,1​ nació en España en la localidad denominada Villa de Reinoso, en Castilla, en 1770. 
Hijo de Francisco Álvarez Arenales y de María González, más según el genealogista Narciso Binayán Carmona, era descendiente del conquistador, explorador y colonizador español Domingo Martínez de Irala (1509-1556).
A pesar de no ser natural de nuestro suelo fue completamente argentino por adopción de Patria y por la formación de su hogar en Salta.


Sus antepasados tenían un remoto origen mestizo guaraní, que compartía con muchos próceres de la época de la Independencia y con grandes personajes paraguayos y argentinos.
Nunca imaginó Arenales que su destino sería, representar una de las figuras más admirables de la guerra de la Independencia.


Comenzó sus estudios en Galicia, abrazando después la carrera militar, obteniendo los cordones de cadete en el regimiento de Burgos.


En 1784 llegó con su familia a Buenos Aires, donde fue educado para seguir la carrera eclesiástica, pero Arenales optó por la carrera militar.


En efecto llegó al Río de la Plata como cadete del regimiento fijo de Buenos Aires cuando apena tenía catorce años.

Allí destinado por el virrey viajó al Alto Perú, donde administró justicia y vivió en aquellos pueblos, en el limpio desempeño de sus funciones pudo demostrar sus valores.


Arenales fue uno de los que en 1809 adelantándose a los acontecimientos emancipadores, agitó la bandera de la libertad americana en Chuquisaca.


Por esa tentativa fue preso y confinado a Lima donde se plegó al Ejército patriota después de la batalla de Tucumán, encontrándose como valioso elemento en la de Salta.


Desamparado, rodeado de dificultades, casi sin esperanzas de vencer, venció sin embargo en la batalla de la Florida donde recibió muchas heridas y casi perdió la vida, asegurando la entrada al Alto Perú del Ejército del Norte, en su tercer intento por incorporar el Alto Perú a la revolución, al mando de José Rondeau, y recuperó la ciudad de Cochabamba.


Nos dice Virginia B. de Massey: “Más que las medallas con las que la patria atestiguó su gratitud y reconocimiento, Arenales conservó durante toda su vida y podo ostentar con orgullo las enormes cicatrices que desfiguraban su rostro, como una prueba evidente de su valeroso comportamiento en ese combate de la Florida librado en Bolivia en 25 de mayo de 1814.”


Rondeau se dirigió a reorganizarse a esa ciudad, Cochabamba,pero  fue derrotado por Pezuela en la Batalla de Sipe Sipe, en noviembre de 1815.


Fue nombrado gobernador de Córdoba en 1819, pero al establecerse la anarquía en nuestras tierras, decidió ir a Chile, para ponerse a las órdenes del Gral. San Martín, quien estaba preparando la expedición al Perú, quien lo honró siempre con el tratamiento de compañero, tanto en la correspondencia como en el trato familiar, siendo Arenales el único general de los de su tiempo que obtuvo tan señalada y constante distinción hasta en los actos de etiqueta.


En 1819 se incorporó al Ejército de los Andes en Chile. El general José de San Martín lo designó al mando de una división para su Expedición libertadora del Perú. Tras su llegada a destino se hizo cargo de las dos importantes campañas a las sierras, para obtener el control sobre esa área antes que los realistas pudieran utilizarlas como base de operaciones.

Durante la primera campaña logró cuatro victorias en Palpa, Nazca, Cuesta de Tarma y, la más importante, la batalla de Cerro de Pasco. Logró tomar varias provincias para los patriotas: Ica, Huamanga, Huánuco, Huancavelica y Pasco.


 Los realistas temieron perder contacto con el interior, de modo que evacuaron Lima, y aunque San Martín lo envió a una segunda campaña a la sierra, no pudo impedir la retirada del virrey José de la Serna y su ocupación de todo el interior del país.


La última resistencia en esa zona fue la de algunas guerrillas dirigidas por el futuro caudillo mendocino José Félix Aldao, pero finalmente tuvo también que retirarse.

Algo que no es muy difundido es que el 6 de diciembre de 1820, después de la Batalla de Cerro de Pasco, Álvarez de Arenales realizo el primer grito de independencia en el balcón de la entonces conocida "Casa Vegas" en el Cerro de Pasco.

Tras la proclamación de la Independencia del Perú, fue nombrado gobernador de las provincias norteñas del futuro territorio peruano, donde el gobernador de Trujillo se había pasado a los patriotas.
Allí tuvo la responsabilidad sobre la instrucción de las tropas y la preparación de la campaña al Ecuador y fue gratificado con el rango de Gran Mariscal.
Para seguir organizando estas tropas pidió ayuda al senado peruano en forma un tanto descomedida y fue sancionado.


Poco antes de la Entrevista de Guayaquil entre los Libertadores José de San Martín y Simón Bolívar, intentó sin éxito mediar entre ellos.
Decepcionado, se retiró en 1823 a Salta.


El 1 de enero de 1824 fue nombrado gobernador de Salta. u administración fue ordenada y eficiente, procurando establecer un gobierno liberal en concordancia con el que Bernardino Rivadavia había establecido en Buenos Aires.
Al año siguiente hizo una última campaña al Alto Perú, esperando luchar contra el último reducto realista en esas provincias; pero el general realista Pedro de Olañeta murió asesinado por sus propios soldados, y en definitiva Arenales no logró nada: incluso fracasó en reincorporar a su provincia (Salta) la región de Tarija, que había sido parte de la misma.

 

Envió tropas salteñas para colaborar en la Guerra del Brasil, librada entre las Provincias Unidas del Río de la Plata y el Imperio del Brasil a consecuencia de la decisión de la Banda Oriental de reincorporarse como una provincia rioplatense.

Fue reelecto gobernador de su provincia en 1826 y organizó una expedición de reconocimiento del río Bermejo con el objeto de evitar los ataques de los indígenas del Chaco.

Los federales se oponían a su gobierno, y lo acusaban de querer perpetuarse en la gobernación. Ya en el mes de febrero de 1824 había estallado una revolución en su contra, que terminó con el fusilamiento de su cabecilla, el coronel Bernardino Olivera, héroe de la guerra gaucha.
En mayo de 1826 fracasó una nueva revolución.


 La derrota de las tropas oficialistas ocasionó que Álvarez de Arenales y sus partidarios se exiliaran en Bolivia
Después de la derrota de los unitarios en la batalla de La Ciudadela, se marchó a Bolivia “a visitar unos parientes”.
Una enfermedad de la garganta terminó con su vida en Moraya (Bolivia) el 4 de diciembre de 1831.


Fue sepultado allí en el osario común a excepción del cráneo, conservado por el coronel Pizarro y entregado en la ciudad de Buenos Aires a doña María Josefa Arenales de Uriburu, su hija y madre del futuro presidente de la República Argentina, José Evaristo Uriburu.


En mayo de 1959 llegaron a Salta sus restos, siendo depositados en el Panteón de las Glorias del Norte.

Mitre escribió: “El Gral. Arenales, sin dejar de tener un corazón bondadoso, generoso y noble, tenía el defecto de ser poco cortesano, urbano, amable: era un hombre de una pieza; severo, inflexible, ríspido. En sus campañas no tenía más que un solo ayudante. Él mismo ensillaba su mula y herraba perfectamente, él herraba su caballo y su mula; en las marchas cargaba un par de alforjas en su silla, en la que llevaba una servilleta con un pan y queso, un cubierto, un pedazo de carne asada y un poco de maíz tostado, este era su alimento favorito.”

arenales.html

Bibliografía:
Udaondo E.: "Diccionario biográfico argentino" Bs. As., 1938.
Mitre B.: "Historia de Belgrano y de la Independencia Argentina" Buenos Aires, 1866.
Massey, Virginia B.: "Semblanzas Argentinas (bosquejos biográficos)." Peuser. Buenos Aires, 1928.

Arenales. Pasaje. Topografía:
Corre de E. a O. desde el 100 al 199, desde Francia a Iriondo 200 bis paralelo a Junín 100.
Se le impuso ese nombre por Ord. 3 de 1905.
Recuerda al Gral. Arenales (1770 – 1831) militar y político de gran desempeño en el Alto Perú, en defensa de nuestra soberanía.