La vida en Asunción, en el siglo XVI, estaba animada por dos destacados hombres: uno impulsado por el espíritu de la aventura y otro por el de la política.
Expresa Enrique de Gandía en Historia de Levillier:“El historiador y el crítico, al analizar las existencias de aquellos conquistadores, no sabe cuál de esos dos espíritus era el más fuerte”.
Mientras tanto, sólo un hombre, Domingo de Irala, nacido en Vergara, España, en 1509, conquistador y colonizador que había llegado a América en 1535.
Enseguida se enroló en la expedición de Pedro de Mendoza, participando al año siguiente en la primera fundación de Buenos Aires, salvándose de la hambruna y la destrucción.
Después exploró junto a Juan de Ayolas, los ríos Paraná y Paraguay fundando la ciudad de Candelaria, de la que fue nombrado lugarteniente.
Posteriormente se trasladó a Asunción, y desde allí partió a la cabeza de una expedición ordenada por el adelantado y gobernador del Río de la Plata, Álvar Núñez Cabeza de Vaca, en busca de la sierra de la Plata.
Irala tenía el poder y al mismo tiempo, quería sondear el misterio. Para ello no le importaba eliminar a sus enemigos o competidores, como ocurrió con Alvar Nuñez, que después de estallar un motín entre los conquistadores fue hecho prisionero y un año después, trasladado a España bajo la injusta acusación de sustituir las armas del rey por las propias y de querer proclamarse rey de estas tierras.
En 1543 nuevamente fundó la Ciudad de los Reyes en el Chaco, y llegó hasta el Alto Perú . Allí decidió regresar a Asunción en 1549, más se encontró con que había sido depuesto de su cargo, en el que recuperó en 1552, cuando el rey lo nombró Gobernador del Río de la Plata.
Desaparecidos sus sueños por la Sierra de la Plata, al llegar Irala con sus tropas a las primeras serranías del Perú, advirtió que la región estaba ocupada por otros españoles, y su mente recreó una nueva ilusión, avanzar en el entrañable Chaco y llegar hasta la “tierra rica” la del Dorado y el Amazonas.
El doble juego de la ambición y la política volvieron a tomar forma en el viaje de Irala al Chaco, emprendido el 18 de enero de 1553, con ciento treinta hombres y dos mil indios de su confianza, dejando como lugarteniente a Felipe de Cáceres.
Sólo se descubrió, a instancias de su compañero de desventuras, Hernando de Salazar, la provincia, hasta entonces ignorada por los indios.
El antiguo historiador, Ruiz Díaz de Guzmán llama a esta empresa “la mala entrada” pues a nada condujo.
De regreso a la Asunción Irala fundó la población de Areguá próxima a la Asunción, dando a esta última categoría de ciudad al instalar nuevamente el Cabildo que él mismo había creado y había disuelto Alvar Nuñez.
Irala tenía previsto poblar la región, pacificar a los indios y junto con el obispo, planeaban nuevamente lanzarse de nuevo, a descubrir las regiones del Amazonas.
Proyectos que se vieron truncados porque en forma inesperada lo sorprendió la muerte el 3 de octubre de 1556.
Hasta sus enemigos se sintieron conmovidos y sus restos fueron honrados por sus numerosas hijas mestizas, yernos, autoridades y su dilecto amigo el obispo fray Pedro Fernández de la Torre.
Bibliografía:
De Gandía, E.: “Creación y conquista de las provincias del Río de la Plata y del Paraguay (1534 –1573).” Historia Argentina de Levillier, Tomo I.
Aregua. Pasaje. Topografía:
Corre de N. a S. entre las calles Pasco y Cerrito, paralelo a la calle Barra, en el barrio Urquiza.
Se le impuso el nombre por D. N° 4664 del 16 de septiembre de 1977.
Recuerda a la localidad del Paraguay, próxima a Asunción, fundada por el conquistador Martínez de Irala y que se llamaba “Jardín de los asunceños”