Ante la exposición “Berni infinito”, donde se exponen las obras de este hijo de Rosario, he decidido hablar sobre la grandeza de su vida y obra de este, uno de los más grandes precursores del arte argentino.
Este pintor, grabador y un gran muralista, nació en la ciudad de Rosario el 14 de mayo de 1905, en una casa ubicaba en la calle España 288 (entre Salta y Catamarca), con placa con bajorrelieve indica el sitio.
Su padre, Napoleón Berni, era un sastre nacido en Italia y fue uno de los tantos inmigrantes europeos que se instalaron en la ciudad durante esos años. Su madre, Margarita Picco, era argentina hija de inmigrantes italianos radicados en Roldán, a 30 kilómetros de nuestra ciudad.
En 1914 ingresó como aprendiz en el taller de vitrales Bruxadera y Cía, donde recibió la enseñanza de su fundador, N. Bruxadera, un artesano catalán. Su tiempo en el taller fue breve, debido a que entre 1914 y 1915 su padre volvió a Italia, y él fue enviado a la casa de sus abuelos en Roldán.
A pesar de que Antonio se alojó poco tiempo allí, estudió pintura en el Centro Catalá de Rosario con los maestros Eugenio Fornells y Enrique Arian.
En 1920, a los 15 años, expuso sus cuadros por primera vez en el Salón “Mari”. La muestra constó de 17 óleos (paisajes suburbanos y estudio de flores).
Expuso nuevamente en 1923 en la Galería Witcomb de Buenos Aires, donde obtuvo halagos de los críticos en los diarios “La Nación” y “La Prensa”. Estímulo que lo orientó a producir sus primeros cuadros respondiendo al impresionismo y al paisajismo.
Por entonces, en Buenos Aires, se lo vinculó al grupo Florida, conjunto informal de escritores y artistas que se reunían en la Confitería Richmond.
Sostenía que el pintor, como el escritor, tiene que alternar con todo tipo de gente. Luego, deben introducir esa experiencia de esa especie de escenario, que es la calle, que es como decir incorporar la experiencia de la vida misma en sus cuadros o en sus libros.
En 1925, consiguió una beca otorgada por el Jockey Club de Rosario, y gestionada por su mecenas, el traumatólogo y cirujano Lelio Zeno (1890-1968), para poder estudiar en Europa.
En febrero de 1926, en el Salón de Madrid expuso “Puerta cerrada”, un paisaje madrileño que llamó la atención, pintando dos años más tarde otros temas españoles como: “Toledo y el religioso” y “El Torero calvo.”
En París asistió a cursos de los pintores franceses André Lhote y Othon Friesz, en la Academia libre de la calle Grande Chaumiere, que influyeron en el arte del maestro rosarino a producir desnudos figurativos.
Terminada la beca, volvió por unos meses a Rosario, pero al poco tiempo retornó a París, con un subsidio del Gobierno de la provincia de Santa Fe.
En 1928 regresó a Buenos Aires donde expuso en el Primer Salón de Pintura Moderna de la Asociación Amigos del Arte, junto a Aquiles Badi, Héctor Basaldúa y Lino Spilimbergo. A fines del invierno de ese año hizo una exposición individual en la Galería Nancy de Madrid.
Retornó a la ciudad bonaerense enriquecido espiritualmente y con la certeza la certeza de que las artes florecen cuando los pueblos lo hacen.
Regresó a Buenos Aires enriquecido espiritualmente. Tenía ya la certeza de que cuando las artes florecen, los pueblos florecen. Además, había comprendido, joven aún, que el pintor, como el escritor, tienen que alternar con todo tipo de gente. Luego, deben introducir esa experiencia de esa especie de escenario, que es la calle, que es como decir incorporar la experiencia de la vida misma en sus cuadros o en sus libros.
A partir de 1929 comenzó a participar en los salones de Otoño y de las Tullerías de París.
Tres años más tarde realizó el diseño de la escenografía y el vestuario para la ópera “La zapatera prodigiosa” de Juan José Castro y comenzó su labor como profesor en la Academia Nacional de Bellas Artes.
A los 41 años, decidió radicarse en la provincia de Santiago del Estero, la cuna de la cultura quechua en territorio argentino, mientras se estaban exponiendo su obra simultáneamente en Alemania, Polonia, Rusia y en Rumania.
Berni iba creando en Santiago del Estero dos personajes que nacieron del ambiente que lo rodeaba: Uno fue “Juanito Laguna”, un pibe moreno, marginal y desheredado de 13/14 años que reflejaba el pensamiento noble del maestro Berni preocupado por los sectores populares, pobres, tristes y doloridos por la injusticia social.
"Juanito Laguna"
El otro personaje fue “Ramona Espera”, una mujer pobre con la penosa necesidad de vender su cuerpo para poder subsistir. Por ende, estal obra reflejaba la degradación por la pobreza moral como consecuencia de las carencias materiales.
Debido a estas dos pinturas obtuvo el “Gran Premio de la Bienal de Venecia” a sus 57 años, dándole la consagración definitiva como pintor.
En 1965 ganó el concurso para realizar el tapiz de la Basílica de San Francisco.
Nuestro biografiado fue, podría decirse, que fue el iniciador del arte político en nuestro país, como sinónimo de arte social y no de partidismo, que no es lo mismo. En ese terreno, el pintor no tenía preferencias, sino principios.
Entendía que las privaciones fortalecen, pero terminaban destruyendo. Fue esencialmente un hombre íntegro que no podía aceptar que las leyes condenaran a quien roba un pan y absolvieran a los que robaban ilusiones.
En el 13 de octubre de 1981, a sus 76 años, falleció insólitamente por un accidente doméstico, al cual podemos comparar con un aforismo: “Para matar a un cóndor majestuoso, solo basta una gota de veneno”.
"Ramona espera" (1962)
La expuesta en el texto
Diario La Prensa y La Nación - Buenos Aires . "Antonio Berni, maestro del arte argentino"
Topografía:
El honorable Concejo de Deliberantes aun no designó con su nombre una arteria de la ciudad.