El aspecto geomorfológico – es decir el relieve – de nuestro país más imponente, lo constituye la Cordillera de los Andes y sus vecinos, encadenamientos montañosos también modelados por la orogenia andina.
Durante la Era Terciaria, se formó esta cadena montañosa, la más extensa del mundo y la segunda en altura.
Los perfiles áridos de la cordillera salto-jujeña contrastan con la exuberancia de la selva que cubre las sierras subandinas de Jujuy, Salta y Tucumán. Un paisaje deslumbrante: desierto, selva, nieve, todo junto más la altiplanicie de la Puna que se extiende al occidente.
Catamarca y La Rioja son una sinfonía que mezcla planicies, sierras, quebradas, llanos y bolsones.
En San Luis un cañadón emerge de la gran llanura y es la herencia de las fracturas, elevaciones y hundimientos provocados por el plegamiento andino en el antiguo basamento precámbrico.
En el área de Cuyo continúan las formas caprichosas.
Apenas se le animan a vivir un puñado de animales y plantas, increíblemente adaptadas a los rigores del páramo. Como compensación, el trabajo de las fuerzas erosivas regalan a estas regiones esculturas de formas y texturas fantásticas. Raras bellezas que terminaron por conquistas al hombre. Así pasaron de ser tierras ignoradas a pasajes altamente turísticos.
Los indígenas se instalaron en esas latitudes antes de la llegada de los españoles, aunque fueron desapareciendo por las sequías, los vientos o el intenso frío nocturno.
Ellos bautizaron a los cerros con nombres propios como “Ancuña” que significa en araucano “indio sentado sobre una cuña.”
Cuando los indios eran los dueños de la tierra, según sus leyendas consideraban a las alturas como el camino al paraíso, por ello enterraban a sus muertos en lo alto de los cerros.
Nuestro suelo presenta ejemplos de formas rocosas fantásticas, donde el viento y los escasos aguaceros las modelan a su entera voluntad.
Paisajes fantasmales, parecieran copiados de Marte. Escenarios que se eslabonan desde las latitudes más áridas hasta las cadenas patagónicas fueguinas. La lista incluye Tampalacha (La Rioja) el Valle de la Luna o Ischigualato (San Juan) la Sierra de las Quijadas (San Luis) el Cañón del Atuel (Mendoza) y los Bosques Petrificados de Santa Cruz.
El encadenamiento andino sobre nuestro territorio, al igual que en Chile, se convierte en comarcas que deslumbran al turismo mundial. Lamentablemente, el turismo nacional es limitado por razones económicas y muchos argentinos se quedan sin conocer su patrimonio.
También llamados meridionales o Andes del Sur, por su latitud se los denomina también Andes extratropicales. Está compuesta por las siguientes subregiones:
Andes áridos: Se extiende desde el Cerro Tres Cruces hasta el Paso de Pino Hachado (38º 40' S) Destacan por su aridez.1 Aquí se encuentran grandes alturas como el cerro Aconcagua (6960 m s. n. m..), el volcán Tupungato (6638 m s. n. m.) y el cerro Mercedario (6720 m s. n. m.) aunque la altura promedio desciende. Los pasos son difíciles y escarpados. Al oeste se encuentra la depresión intermedia chilena, un valle longitudinal de entre 10 y 40 km de ancho, que separa los Andes de la Cordillera de la Costa, que apenas supera los 2000 m s. n. m. de altitud.
El Aconcagua, en los Andes australes, es la cima más alta de América, se encuentra en la provincia de Mendoza.
Esta provincia de Mendoza, es considerada como un “paraíso geomorfológico” debido a la variedad de formas del relieve que alberga en sus 148.827 km2 de superficie comprendidos entre los 32° y 37° de latitud sur.
La base de la clasificación de regiones naturales de Mendoza se encuentra la combinación de los rasgos geomorfológicos, alturas de los picos montañosos, agentes climáticos, edáficos y bióticos.
De este modo se diferencian unidades homogéneas, ge bioclimáticas, con diferentes posibilidades desde el punto de vista de los asentamientos humanos y las actividades productivas.
Considerando los grandes dominios morfo climáticos y biogeográficos de la provincia, se puede articular el territorio en tres unidades bien diferenciadas, cada una de ellas dividida en subunidades de menor jerarquía, determinadas estas últimas fundamentalmente por las variaciones del relieve:
1. Las montañas en el Oeste.
2. Las planicies y depresiones en el centro y Este.
3. Las mesetas y volcanes de la Payunia o ambiente de la Patagonia mendocina, penetrando como una cuña en el Sur.
El sector definido como montañas y Payunia, en el oeste y el sur, bajo la acción del anticiclón del Pacífico, coincide con las Provincias Fitogeográficas Andina y Patagónica.
Las planicies centrales y orientales están condicionadas climáticamente por la influencia del anticiclón del Atlántico y desde el punto de vista fitogeográfico corresponden a la Provincia del Monte (Roig, F., 1972).
Interesa destacar, por otra parte, los procesos morfo dinámicos y morfo genéticos que están modelando estas estructuras: por una parte los que están más influenciados por factores exógenos (climáticos): erosión hídrica, eólica, escurrimiento, geocriogénesis (acción del hielo) y los que están determinados por factores endógenos (tectónica, vulcanismo).
Estos últimos determinan riesgos naturales tan importantes como el riesgo sísmico y volcánico, mientras que los primeros son relevantes en los riesgos de degradación de suelos y desertificación.
CARACTERIZACIÓN GEOMORFOLOGICA
La caracterización geomorfológica de la provincia de Mendoza se basa en la clasificación general de unidades de relieve (González Díaz y Fauqué, 1993; Abraham, 1996).
Claramente diferenciado de Oeste a Este, el paisaje mendocino se integra por una serie de relieves positivos: las montañas y serranías occidentales y las planicies, llanuras y depresiones del área central y oriental. Al primer grupo, en coincidencia con la clasificación de Gonzalez Diaz y Fauqué (1993), agregamos el complejo relieve volcánico de la Payunia, en el sur de la Provincia.
El mapa geomorfológico se ha clasificado sobre la base de las grandes unidades morfoestructurales (Gonzalez Díaz y Fauqué, 1993), que organizan las unidades y subunidades geomorfológicas, vinculadas a las áreas de procesos dominantes (endógenos y exógenos).
De este modo se puede apreciar rápidamente la organización del conjunto de las formas del relieve y su dinámica. Se han marcado además los datos estructurales más significativos, así como los datos hidrográficos, de infraestructura, localidades cotas y topónimos que pueden ayudar a la localización.
Las unidades morfoestructurales están representadas por la Cordillera Principal, Cordillera Frontal, Precordillera o Sierra de Uspallata, Macizo o Bloque de San Rafael, Región Volcánica de la Payunia o Patagonia Mendocina, Cerrilladas Pedemontanas y Huayquerías, Gran Depresión Central o “de los Huarpes” y Llanura oriental fluvio-eólica o “de La Travesía”.
Después los Andes se convierten en Patagónicos.
Andes patagónicos: Se extienden al sur del Paso de Pino Hachado. Aquí las alturas descienden drásticamente debido en parte a la erosión glaciar y a la vez por la complejidad del proceso de subducción entre las placas de Nazca y Sudamericana, la primera penetra a mayor profundidad y en menor extensión, esto provocó un menor elevamiento respecto a zonas más septentrionales.
Otra característica es la presencia de pasos, que permiten el ingreso de vientos húmedos del Pacífico y al desarrollo del bosque andino patagónico, y con ello el asentamiento de la población al pie de la cordillera.
Bibliografía:
Rainer Cinti R.: “Badlans”. Revista Nueva, 1999.
Abud Morales J.: Clarín en su edición del 19-09-1999.
Rossi F.: “Geografía de la Rep. Argentina” Edit. Estela Bs.As. 1976.
Ancuña. Pasaje. Topografía:
Corre de E. a O. desde 5700 a 5799 entre las calles Pedro Lino Funes y Av. Rouillón paralelo a la calle Cerrito.
Se le impuso ese nombre por D. N° 4664 del 16-09-1977.
Recuerda la denominación de un cerro que en araucano significa “ sentado en una cuña” ejemplo del continuo trabajo de las fuerzas erosivas sobre el relieve.