Antiguo pueblo de indígenas de la jurisdicción de Córdoba del Tucumán. Córdoba del Tucumán era una de las intendencias territoriales comprendidas dentro del Virreinato del Río de la Plata, creado en 1777.
Explico: La intendencia de Córdoba del Tucumán integró el Virreinato del Río de la Plata, creado por Carlos III en 1777 y abarcó las actuales provincias argentinas de La Rioja, Córdoba, San Juan, Mendoza y San Luis, estuvo ocupada por una serie de pueblos indígenas, casi todos mal conocidos y desaparecidos hace tiempo.
Ancamayú, vocablo formado por las voces quichuas anca: águila y mayo: río, literalmente “río del águila”, era una caterva aborigen huarpizada, lagunera de Guanacache, dedicada particularmente a la pesca, alimentándose también de las raíces comestibles de las totoras y a la vez de la caza, según Canals Frau, también cultivarían la quinoa o arrocillo de Indias.
Hacia el siglo XV se los encontraba en varias zonas de las futuras provincias argentinas de San Luis, Mendoza y San Juan e incluso en el norte de la provincia de Neuquén. Habitaban desde el río Jáchal (al norte) hasta el río Diamante (al sur), y entre la cordillera de los Andes y el valle de Conlara en San Luis.
Domingo Faustino Sarmiento expresó en su libro Recuerdos de provincia escrito en 1850: “Grande y numerosa era sin duda la nación de los huarpes que habitó los valles de Tulun, Mogna, Jachal y las Llanuras de Guanacache.
Las lagunas de Guanacache o Huanacache, conocidas también (desde el siglo XX) como Bañados de Guanacache, se ubican en el Noreste de la provincia de Mendoza, al Sudeste de la provincia de San Juan y al Noroeste de la provincia de San Luis, en el centro de la región argentina denominada Cuyo.
La tierra estaba en el momento de la Conquista “muy poblada de naturales” dice la probanza (...)
El historiador Ovalle, que visitó el Cuyo sesenta años después, habla de una gramática y de un libro de oraciones cristianas en el idioma huarpe, de que no quedan entre nosotros más vestigios que los nombres citados, Puyuta, nombre de un barrio, Angaco, Vicuña, Villicun, Guanacache, y otros pocos (...)
Los huarpes tenían ciudades de las que se conservan sus ruinas en los valles de la cordillera, cerca de Calingasta en una llanura espaciosa donde subsisten más de quinientas casas de forma circular, diseminadas en desorden y figurando en su planta, trompas, de aquellas que nuestros campesinos tocan haciendo vibrar con el dedo una lengüeta de acero.
En Valle del Zonda en el Cerro Blanco hay las piedras pintadas, vestigios rudos de ensayos en las bellas artes; perfiles de guanacos y otros animales, plantas humanas talladas en la piedra, cual si se hubiese estampado el rastro sobre arcilla blanca. Los médanos y promontorios de tierra suelen dejar escapar de sus flancos, pintadas cántaras de barro, llenas de maíz carbonizado que las viejas sirvientes creen que es oro, encantado para burlar la codicia de los blancos (...)
Aquellos pueblos vivían de la pesca en las lagunas de Guanacache, en cuyas orillas permanecen aun reunidos y sin mezclarse sus descendientes los Laguneros; de la siembra del maíz sin duda en Tulun, hoy San Juan, según lo deja sospechar un canal borrado pero discernible aunque sale desde el Albardón, y puede llevar hasta Causete las aguas del río.
Todos los grupos se dedicaban a la recolección de las cosechas de algarrobo silvestre, con el que hacían una especie de pan, llamado patay y además chicha.
Recolectaban frutos, especialmente el del alpataco, una de las especies de algarrobo y otros vegetales.
Últimamente hacia las cordilleras se alimentaban de la caza de las vicuñas, que pacían en manadas a gramilla de los faldeos.
Se dividían en cuatro grandes grupos, correspondiendo cada uno a su situación geográfica y también a diferencias en el lenguaje:
Sus viviendas podían ser de piedra o de barro y paja, según la zona donde habitaban.
Eran sedentarios y dedicados también a la cestería. Los huanacaches o “laguneros” llamaban la atención por sus cestas tejidas de un modo que eran impermeables y servíanles así para transportar agua, además confeccionaban (se puede entender como una variante de cestería) embarcaciones con las que navegaban por las hoy casi desaparecidas lagunas de Guanacache…
Como otras etnias, los jefes eran polígamos y la calidad de jefe era hereditaria.
Practicaban el levirato y el sororato, el primero consiste en que al morir el marido, la viuda y los hijos pasan a depender del hermano menor del fallecido; el segundo, en que al casarse el varón, adquiere el derecho de casarse con las demás hermanas menores de la novia. Es conocido que los huarpes allentiac no seguían en general esta costumbre - eran monogámicos-, con la única excepción del cacique, quien si tenía permitida la poligamia.
Cuando morían eran colocados decúbito dorsal (boca arriba) y con la cabeza dirigida hacia la cordillera, lugar donde moraba Hunuc Huar, su divinidad principal.
Desaparecieron como grupo étnico distintivo a mediados del siglo XVIII, entre otras causas, por la falta de inmunidad del organismo de los aborígenes contra las enfermedades de los europeos; al sistema de encomiendas impuesto por los españoles y por el cual enviaban a los indígenas cuyanos a trabajar a Chile donde sufrían malos tratos que causaron una importante mortandad.
Hacia 1640 la distribución espacial de los indígenas en la región huarpe se había alterado, muchas zonas quedaron despobladas y los que escapaban de ser enviados a trabajar habían huido a zonas de difícil acceso.
Bibliografía:
Ibarra Grass D.: “ Argentina indígena”. Bs. As. 1967.
Canal Frau S.: “ Prehistoria de América”. Bs. As. 1950.
Ancamayú. Pasaje. Topografía:
Corre de N. a S. desde 1.200 al 1.299 entre prolongación de calle Albert Schwitzer y calle J.B. Justo, paralelo a calle Tarragona.
Se le impuso el nombre por D N°. 4676 del 16-09-1977.
Recuerda a un antiguo pueblo de indios asentados en la jurisdicción virreinal de Córdoba del Tucumán, cuyo vocablo se halla formado por las voces quechuas anca: águila y mayo: río, literalmente “río del águila”.