El 11 de julio de 1927 en el hemiciclo de la plaza del Cementerio General de Santiago de Chile se congregaron cincuenta mil personas que silenciosas y acongojadas querían dar el último adiós a los restos mortales de las víctimas de Alpatacal.
El gobierno chileno del presidente Emiliano Figueroa Larraín recibió la invitación de su par argentino Marcelo T. de Alvear para que la Escuela Militar del Libertador Bernardo O'Higgins desfilara el 9 de julio de 1927 junto con las Escuelas de Oficiales de Brasil, Paraguay y Uruguay, que también habían sido invitadas con ocasión de las solemnes celebraciones de la independencia nacional de Argentina y del Centenario del prócer argentino Bartolomé Mitre.
Cuando el presidente de la República le manifestó al ministro del Interior, coronel Carlos Ibáñez del Campo, sus aprensiones para aceptar la invitación porque las grandes nevadas de la cordillera podrían entorpecer el viaje de los muchachos, éste le contestó: “Si fuera necesario, que atraviesen la cordillera a pie; para eso son soldados”.
Los viajeros no tuvieron ningún problema en la travesía a bordo del Ferrocarril Trasandino.
Viajaron dos compañías de cadetes comandadas por el Director de la Escuela, coronel José María Barceló Lira, la primera de ellas a cargo del capitán Guillermo Aldana y los tenientes Stringe, Garrido, y Sagüés. La segunda iba al mando del capitán Guillermo Rosa y los tenientes Andrade, Miranda, y Gundelach.
Después de un cálido recibimiento en el Regimiento de Infantería Nº 16 en Mendoza, la delegación chilena prosiguió su viaje a Buenos Aires.
¿Cómo fue el inicio de la tragedia?
En la pequeña estación Alpatacal a 463 msnm, por la que pasaba a gran velocidad arrastrado por dos locomotoras, en la madrugada del 7 de julio, el convoy que transportaba a los cadetes chocó de frente con otro que esperaba para partir, descarrilando ambos.
Los vagones se tumbaron y se aplastaron, y luego se desató un incendio en el momento en que los cadetes viajaban durmiendo.
Fallecieron 12 y quedaron heridos 31, de los cuales 10 estaban gravemente heridos y 21 leves.
Cuando fueron a sacarlo de los fierros retorcidos y maderas astilladas, el coronel chileno Barceló dijo: “Salven primero a mis cadetes».2 Los demás trataron de sacar a sus compañeros de las llamas, oyéndose los gritos de algunos al morir sin poder hacer nada para librarlos de los fierros retorcidos.
Los caballos de los oficiales lanzaban estrepitosos chirridos antes de morir quemados. Los sargentos a cargo del ganado perdieron algunos soldados que viajaban cuidando el ganado y no pudieron tampoco ser rescatados”.
Los cadetes supervivientes continuaron viaje a Buenos Aires, vistiendo ponchos argentinos, ya que sus uniformes estaban hechos jirones.
En Buenos Aires todas las clases sociales se congregaron en las calles para saludar, en un latente sentimiento de condolencia, con delirio a los vencedores del infortunio oyéndose aplausos, gritos y vítores.
La violenta colisión causó 20 muertos y 50 heridos, al destrozarse e incendiarse gran cantidad de vagones.
Se dirigían en comisión para asistir a la inauguración del monumento al Gral. Mitre en Buenos Aires.
El mismo día del suceso llegaron a Mendoza los heridos. El pueblo asistió azorado al triste desfile de camillas y heridos.
Bibliografía:
Caras y Caretas. Año XXX, N. 1502, julio de 1927.
Alpacatal. Pasaje. Topografía:
Corre de E. a O. entre las calles Ayolas y Saavedra, desde la calle Buenos Aires a la de Laprida.
Se le oficializó ese nombre por O. Nº 1578 del año 1961.
Recuerda la catástrofe ocurrida el 7 de julio de 1927 en Alpacatal (Mendoza) a los cadetes chilenos que se habían convocado en nuestro país para asistir a la inauguración del monumento al Gral. Mitre.