AGUADO ALEJANDRO (1784 -1842)

San Martín no fue nunca un potentado. En los primeros años de su ostracismo contó con lo suficiente para vivir una vida espartana y en 1827 cuando la suerte se le presentó adversa estaba dispuesto a regresar a Buenos Aires.


En 1830 se trasladaría de Bruselas a París donde sintió dolor y hambre y en marzo de 1832 sería atacado por el cólera, que diezmaba las poblaciones europeas.


Vivía en el campo con su hija y contaba con unos pocos recursos de la venta de la casa donada por el Congreso argentino por la victoria de Maipú, sufriendo de úlcera gástrica y fístula anal consecuencia de su paupérrima alimentación.


Según sus propias palabras, su destino sería morir en un hospital.


Inesperadamente aparecería un antiguo compañero suyo del regimiento de Murcia, el opulento banquero Alejandro Aguado, quien le salvaría la vida y el decoro sacándolo de la miseria.


He aquí como Sarmiento con más estilo de novelista, más que de historiador nos relata el supuesto encuentro de San Martín con Aguado:
"...El guerrero mientras hacía una mañana su sencillo y rígido tocador se introduce en su habitación un extraño que lo mira, lo examina y exclama aún dudoso: ¡San Martín!...¿Aguado, sino me engaño? le responde el huésped, y antes de cerciorarse estaba ya estrechado entre los brazos de su antiguo compañero de rancho, amoríos y francachelas - ¡Y bien! Almorzaremos juntos...


- Eso me toca a mí - respondió Aguado, que dejé en un restaurante pedido un almuerzo para ambos.


Dirigiéndose luego de la rue Neuve Saint Georges hacia el boulevard, y andando sin sentir y conversando, llegaron a la plaza Vendóme a la puerta de un soberbio hotel en cuyas gradas lacayos con libreas tenían en bandejas de plata, la correspondencia para presentarla al amo que llegaba.


San Martín se detuvo en el primer tramo y mirando con sorpresa a su amigo le dijo: - ¿Serás tú el banquero Aguado? -


- Hombre cuando uno no alcanza a ser el libertador de medio mundo me parece que se le puede perdonar el ser banquero - respondería el poderoso español, riendo ambos de la ocurrencia.”


Aguado nombró en la década de 1830 a su amigo el general argentino José de San Martín, -compañero de armas en el ejército español, previamente a su pase al ejército napoleónico- su albacea testamentario y tutor de sus hijos, haciéndolo además heredero de todas sus alhajas y condecoraciones personales.


El artífice de la independencia de Argentina, Chile y Perú, retirado de la vida política de las naciones americanas, y autoexiliado en Europa, se encargó de la compleja misión de ejecutar el testamento y repartir la inmensa fortuna, que se estimaba en más de sesenta millones de francos, vendiendo las minas y posesiones y la colección de obras de arte que eran la admiración de toda Europa, y que hoy se exponen en importantes museos del mundo.


 Le haría adquirir la pequeña residencia de Grand Bourg, a orillas del Sena, cerca del olmo que, según la tradición, plantaron los soldados de Enrique IV, cuando sitiaron París - asevera Bernardo González Arrili.


En 1831 Aguado había cedido su Banco a la casa Ferrere, Lafitte, quedando como socio comanditario de la misma, y se dedicó a promocionar importantes actividades culturales: durante once años financió la Ópera de París y el Teatro de los Italianos, creó revistas como la Revue de Paris y diarios  como Le Constitutionnel, presidió el Ateneo de París, y formó la más importante de las colecciones privadas de arte existentes en Francia.


Su palacio de París y el palacio Petit Bourg, ubicado en Évry a 25 kilómetros de la capital, se convirtieron en centro de reunión de artistas líricos y del ballet, compositores como Rossini y escritores como Balzac y Nerval.


 Su vocación de mecenas y coleccionista de arte (reunió 360 cuadros, principalmente de pintores españoles como Velázquez, Murillo, Ribera, Zurbarán, y también de las escuelas italianas, como Leonardo da Vinci y Rafael y holandesa-flamenca, como Rubens y Rembrandt) no le impidió continuar sus actividades financieras y comerciales: empréstitos a Grecia, al Piamonte y a los Estados Unidos, construcción del canal de Castilla, desecación de las marismas del Guadalquivir, explotación de las bodegas Château Margot y de minas de carbón en Asturias.


Alejandro Aguado y Ramírez, hijo de los condes de Montelirios, nacido en Sevilla el 29 de julio de 1784, dejó las armas en 1815 para viajar a París en fuerte misión financiera que le confiara el rey Fernando VII, consiguiendo levantar en París un fuerte empréstito para el gobierno español.


Por ello hubo obtenido el título nobiliario de Marqués de las Marismas del Guadalquivir.

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De trato simpático y comunicativo con el don natural de conquistar amigos, había compartido en su juventud vivencias, charlas y proyectos con su amigo argentino, José de San Martín, quien poseía una personalidad diametralmente opuesta a la suya.


A pesar de sus diferencias de personalidad, cimentaron una sólida camaradería que no sufrió merma alguna con el transcurso de los años.


Barcia Trelles en su obra: “San Martín en Europa” acota: “Si bien no se sabe cuándo, cómo y dónde se encontraron San Martín y Aguado, el hecho no tuvo lugar antes de 1833. Tan pronto como se produjo este encuentro influyó directa y decisivamente en la vida de San Martín”.


El Libertador durante tres años, no defraudó la voluntad de su benefactor, consagrándose por entero a la tarea encomendada que aceptara en nombre de la amistad y la gratitud.


Alberdi escribió la anécdota refiriéndose a la invitación de que San Martín lo acompañase a España, pero él se resistió considerando que al ser General argentino, no podía ir a un país que había estado en guerra con el nuestro.


El Marqués marchó sin su amigo y fue la última vez que le vio en la vida, porque nuestro autobiografiado en un viaje que realizó a Asturias para visitar sus minas e inaugurar una ruta de peaje, murió de un fulminante ataque de apoplejía en 1842.


 Fue sepultado en el cementerio de su tierra natal.


A su muerte nombraría a su amigo de juventud y del corazón, ejecutor testamentario, heredándole parte de su fortuna.


Años después escribiría el Libertador, refiriéndose a Alejandro Aguado: “Esa generosidad se ha extendido hasta después de su muerte, poniéndome a cubierto de la indigencia en el porvenir”.

 

 

 

Bibliografía:
Pedro Luis Barcia: Alejandro Aguado: Amigo y Protector Archivado el 2 de septiembre de 2011 en Wayback Machine., Instituto Nacional San Martiniano de la Argentina.
Felipe Cortines y Murube, Un sevillano en París, Sevilla, 1916.
Armando Rubén Puente, Alejandro Aguado, Militar, banquero, mecenas. Edibesa, Madrid, 2007.
Domingo F. Sarmiento: "Obras completas." Tomo III. Pág. 276.
J. Otero: “ Historia del Libertador don José de San Martín” Ed. Sopena Bs.As. 1949.
J. L. Busaniche: "Estampas del pasado.” Hyspamérica.

Aguado. Calle. Topografía:
Corre de S.E. a N.O. entre las calles Bailén y Beltrán desde la calle Matorras a la de Uspallata.
Se encuentra en el barrio Sarmiento.
Se le dio este nombre por O.763 de 1951.
Anteriormente se denominó Calle 10.
Recuerda al banquero español Alejandro Aguado que asistiera financieramente a su amigo el Libertador Gral. San Martín.