ACOSTA AMBROSIO de (1540-1610)

 Podemos afirmar que la conquista del Nuevo Mundo comenzó con la conquista de sus mujeres. Ellas cimentaron las primeras alianzas, denunciaron conspiraciones, y facilitaron  la vida de los conquistadores, enseñándoles donde encontrar agua y alimentos.


En 1512 la monarquía hispánica acometió las reformas necesarias para regular su trato de forma oficial y abolir la esclavitud indígena mediante las leyes de Burgos.


Se ha atribuido a la bula del Papa Pablo III Sublimis Deus de 1537, que declaró a los indígenas hombres con todos los efectos y capacidades de cristianos.


El hecho de diferenciar en América, la colonización española, portuguesa y francesa, con la anglosajona, logró entender que  el mestizaje fue excepcional gracias a   la conquista católica que  había buscado incorporar a los indígenas a su civilización y su Iglesia, pero eso si a costa de la anulación de su identidad cultural.


Según el historiador Levillier en su Historia Argentina: “Los códigos prohibían los amancebamientos, pero las poblaciones americanas hubieran  ido desapareciendo, si los varones no los hubieran considerado como un fruto de la conquista y además un ejemplo de generosa convivencia humana”.


Era necesario poblar estas tierras casi desiertas y seguramente muchos como Francisco de Aguirre, fundador de Santiago del Estero argumentaría sus escarceos amorosos diciendo: “Es mayor el servicio que se hace a Dios al tener un hijo, que el pecado que por ello se comete”.


El español que llegaba a la Indias en siglo XVI incitado por la búsqueda de riquezas y honores personales, le era imposible sustraerse al influjo casi exótico de las mujeres indígenas, muchas veces entregadas a los invasores por propia elección o incluso habiendo sido tomadas como botín de guerra, las que después se pasaban al bando de su hombre y padre de sus hijos.


En efecto, desde  el arribo de los descubridores al Río de la Plata se   produjo la mezcla de sangre, y según los cronistas desde  1527  cuando  Gaboto   fundó el fuerte de Sancti Spíritu.


El más antiguo mestizaje registrado en América data de la época en que el conquistador, explorador y colonizador español Domingo Martínez de Irala fue nombrado en 1544 Gobernador del Río de la Plata y del Paraguay en donde no solo convivió con varias concubinas desde el inicio de la ocupación de Asunción, sino que además permitió que los hispánicos que lo acompañaban, también vivieran, con varias mujeres indígenas, lo que le valió la crítica de las autoridades religiosas, quienes descalificaron al Gobernador, ante el rey, llegando a comentarle que llamaban a la Asunción el "paraíso de Mahoma".


Sin embargo, esta permisividad fue el modo que halló Irala para concertar la paz con diferentes parcialidades indígenas, y en ello fue exitoso.


En 1549, Carlos V prohibió que mulatos, mestizos y cualquier hijo ilegítimo pudiera acceder a cualquier cargo municipal, posición pública o repartimiento en las Indias.


El destino del mestizo, padre español y madre india, variaba según la aptitud asumida por el padre, podía  contar o bien  con su protección o ser  abandonado a su suerte, convirtiéndose en nómade.


En los primeros tiempos, ilegitimidad y mestizaje llegaron a ser categorías equivalentes. ​


No tener sangre pura española era signo de inferioridad, y cuanto más sangre española existiera, mayor sería la jerarquía social del individuo; incluso para tener acceso a la educación superior había que presentar un examen de “pureza de sangre”.


Consecuentemente la condición  mestiza tuvo después gran descendencia, convirtiéndose  en la base de la raza criolla, en esta parte de América, porque  sus hijas fueron entregadas en matrimonio a nuevos conquistadores con el espíritu de establecer alianzas y equilibrios entre las distintas facciones, cuya existencia caracterizó a la primitiva Asunción.


El mestizaje generó un sistema de castas en las colonias. Los mancebos eran fuertes, audaces, grandes jinetes, conocían las armas, inclusive arcabuces que manejaban con ingenio.


Ambrosio de Acosta fue uno de ellos, muy legitimado por su padre  Se supone nacido en Santa María del Buen Aire en 1540, hijo del conocido lenguaraz Gonzalo de Acosta, quien fuera el encargado de redactar y depositar instrucciones para los futuros navegantes del  Río de la Plata.


Ordenada la despoblación  de Buenos Aires en 1541 Ambrosio de Acosta pasó a la ciudad de Asunción y estudió en su carácter de hijo de europeo junto a los hijos de Irala.


El testamento del conquistador  Irala del 13 de marzo de 1556 expresa lo siguiente:


"Digo y declaro y confieso que yo tengo y Dios me ha dado en esta provincia ciertas hijas y hijos que son: Diego Martínez de Irala y Antonio de Irala y doña Ginebra Martínez de Irala, mis hijos, y de María mi criada, hija de Pedro de Mendoza, indio principal que fue de esta tierra; y doña Marina de Irala, hija de Juana mi criada; y doña Isabel de Irala, hija de Águeda, mi criada; y doña Úrsula de Irala, hija de Leonor, mi criada; Ana de Irala, hija de Marina, mi criada; y María, de Irala, hija de Leonor, mi criada; y Martín Pérez de Irala, hijo de Escolástica, mi criada;  Ana de Irala, hija de Marina, mi criada; y María, hija de Beatriz, criada de Diego de Villalpando, y por ser como yo los tengo y declaro por mis hijos y hijas y portales he casado a ley y a bendición, según lo manda la Santa Madre Iglesia”…


El 3 de febrero de 1580 Juan de Garay  fundó Buenos Aires, por segunda vez llamándola   Ciudad de la Trinidad en el Puerto de Santa María del Buen Aire,  con 60 hombres, sólo diez eran españoles, más el fundador concedió  a los hijos de la tierra, idénticos  derechos  que  a  los hispánicos, al darles la vecindad de la nueva población.


Ambrosio de Acosta sería también  agraciado en el reparto de tierras que hiciera Garay.


Juan Torres de Vera y Aragón fundó ciudad de Vera de las Siete Corrientes  el domingo 3 de abril de 1588 y al  trasladarse  a dicha región, llevó  entre su gente a Ambrosio de Acosta, quien vistiendo  las ropas de los hidalgos españoles  tuvo a su cargo las encomiendas de la tribu guaraní enemis, con quienes asumió  la obligación de defender y evangelizar.   


Después cuando la pequeña aldea fue  creciendo ocupó  diversos cargos: escribano público y de Cabildo, regidor y teniente de Gobernador.


Fue también el primer maestro de escuela de la ciudad de Corrientes. Se le dio el grado de “maese  escuela”  con un sueldo mensual de un peso plata.


Se supone que Ambrosio de Acosta murió  septuagenario.

 

Bibliografía:
Levillier: "Historia Argentina." Tomo I. Bs. As. 1960.
Zanellato  y Viñuela N: "Historia de las Instituciones políticas  y sociales  de América hasta 1810."  Kapeluz, 1982.

Acosta. Pasaje. Topografía:
 Corre de E. a O. desde 900 a 999, Valentín Gómez a la altura del 4500 entre final de Av. Circunvalación 25 de Mayo y límite del Municipio (Z. Norte)
Se le impuso su nombre por D. 4688 del año 1977.
Recuerda a Ambrosio de Acosta, hijo mestizo del conocido hispánico Gonzalo de Acosta y mujer india.