Corría el año 1865, cuando el mariscal Francisco Solano López, presidente del Paraguay, declaró la guerra a Argentina, comunicándoselo al Poder Ejecutivo Nacional desempeñado por don Bartolomé Mitre.
El 1º de mayo de ese año prontamente se celebró en Buenos Aires, el Tratado de la Triple Alianza, suscripto entre Argentina, Brasil y Uruguay autorizando el 6 de mayo el Congreso Nacional al P.E. a declarar la guerra al país hermano del Paraguay.
Por 1865 nuestro país, todavía sacudido por las disensiones intestinas, carecía de un ejército y menos aún de un armamento apropiado para batirse con un adversario tan poderoso, más prontamente se decidió integrar fuerzas de significación para el frente de operaciones.
Así a cada provincia se le requirió su aporte de soldados y a Santa Fe se le asignaron 500 plazas: 300 de ellas a Rosario y el resto debía completarse entre el departamento La Capital, San José y Coronda.
A las milicias provinciales existentes, un decreto dominado por el sentimiento de nacionalidad del 17 de marzo de 1852, les había dado el nombre de Guardias Nacionales que establecía que "todo ciudadano debía servir entre los 18 y 60 años”.
Tanto la juventud como la madurez de nuestro terruño, alzaron espontáneamente sus brazos como testimoniando que estaban en condiciones de empuñar las armas de combate, afrontando ese desafío y esa adversidad.
Don Nicasio Oroño, que desde febrero había asumido la gobernación de nuestra provincia, en pocos días logró cubrir la dotación asignada gracias al entusiasmo de los hijos del Pago de los Arroyos llenando los cuarteles y en pocos días quedaron formados los cuerpos: El 1º de Santa Fe o Santafesino, así denominado por haber sido el primero formado en nuestra provincia.
Más no sería el único también que aportaría la ciudad a la guerra, también se integró otro compuesto por rosarinos: el Regimiento de Guardias Nacionales “Rosario”, fusión del batallón Libertad y del General Paz, al que sumaría un cuerpo de artillería y un plantel de voluntarios.
Rosario, pudo sentir el legítimo orgullo de que Cleto Mariano Grandoli, hijo de la ciudad con solo dieciséis años, sería el portador del Pabellón confiado a su custodia, pues había nacido en Rosario el 26 de abril de 1849.
Hijo de Mariano Grandoli y Magdalena Correa, quien cuatro días después de su nacimiento fue bautizado en la Parroquia de Nuestra Señora del Rosario por el cura Miguel Obón, siendo sus padrinos Domingo Correa y Laureana Correa (Libro 8º de Bautismos al folio 277).
Participó en la batalla de Yatay y a la toma de Uruguayana, y, por méritos en el campo de batalla, en octubre del mismo año fue ascendido a Subteniente 1º de Bandera de su batallón.
Entre los meses de enero y abril de 1866, permaneció en el campamento de las Ensenaditas y se encontró en el pasaje del ejército aliado por el Paso de la Patria el 16 de este último mes, y en la toma de la batería de Itapirú, al día siguiente.
Participó en el rechazo de los paraguayos en el Estero Bellaco del Sud el 2 de mayo y en la acción librada el día 20 para cruzar el mismo estero. Tomó parte en las operaciones de Yataytí-Corá, en julio de 1866, y en Boquerón y Sauce.
Fue uno de los tantos que combatieron en la sangrienta batalla de Tuyutí el 24 de mayo, donde las unidades rosarinas se destacaban brillantemente.
El "1° de Santa Fe" y el "Rosario" se cubrieron de gloria, y sus banderas, sostenidas por los jóvenes abanderados Grandoli y Anaya, flameaban en medio del combate mientras las balas las acribillan poniendo en peligro a los que las llevan.
El Coronel José María Ávalos, cuyo Cuerpo perdiera 82 hombres, felicitó al portaestandarte que demostraba no temer a la muerte en esa horrible batalla que fuera considerada por los más destacados especialistas en temas castrenses, la más grande y sangrienta de América del Sur.
Grandoli fue acreedor al Escudo de Plata acordado por ley del Congreso posteriormente. A nuestro héroe adolescente le correspondió protagonizar el fatal ataque a las inexpugnables trincheras de Curupaytí, el 22 de setiembre de 1866, hecho que profetizara un día antes en una carta dirigida a su madre, donde le decía: "Mamá, mañana seremos diezmados por los paraguayos, pero yo he de saber morir defendiendo la bandera que me dieron..."
Así aconteció, los batallones fueron estrellándose uno a uno contra las defensas paraguayas, más nuestros soldados rivalizaban su valor desafiando las balas.
Los jefes, vestidos de parada ofrecían blancos perfectos y el célebre 1º de Santa Fe, que era la vanguardia, caería abatido, mientras los fosos del campo cercano a las trincheras, se convertían en un deletéreo campo de sangre.
Cuando los cañones enemigos deshacían las formaciones nuestro subteniente rosarino, Grandoli, el niño hombre con su poco peso, conseguió encaramarse en las trincheras y después desplegando intrépidamente nuestra enseña estoicamente ofrecería su pecho al adversario.
Víctima de una ráfaga de catorce balazos cayó muerto sobre la bandera argentina empapándola con su sangre.
Nos ilustra Víctor H. Nardiello en su artículo de la revista “Rosario, la fuerza de su historia” N°25. Año 2004: “La misma regresó portada por Nicanor Frutos, aquella que el mayor Panelo al recibirla de quienes al confeccionarla profetizaran: “...volverá al Rosario ilesa en su honra, pero acribillada por las balas del enemigo, luego de vengar la injuria hecha a la Nación...” Así ocurrió.
Grandoli posteriormente fue acreedor al Escudo de Plata acordado por ley del Congreso de la Nación.
Hoy está expuesta en el Museo Histórico Provincial “Dr. Julio Marc” para veneración y respeto de aquel rosarino cuyo cuerpo quedara para siempre en los esteros paraguayos.
Nos dice Héctor Gustavo Pugliese en "El Legado de Grandoli": " La historia de la Nación Argentina está signada por hechos, acontecimientos y acción de patriotas que merecen nuestro permanente reconocimiento y que su recuerdo se proyecte en el tiempo por lo que fueron, por lo que hicieron y por que su actitud y comportamiento es digno de ser imitado".